Esta competencia tan importante determina la forma que tenemos de relacionarnos con el entorno y otras personas. Además es una habilidad clave para el desarrollo de la inteligencia.
Hace unos días chateando con una colega de profesión le pregunté qué tema relacionado con la comunicación le gustaría conocer mejor. Algo me decía que su respuesta me ayudaría en la elección de contenidos para mi blog. Fue todo un acierto.
Ella, que es tan amable como buena redactora, me dedicó un tiempo muy valioso y me comunicó diferentes temas que le interesaban.
Así que decidí dejar de lado mi planificación de contenidos para incorporar sus sugerencias. Confieso que también a mí me parecieron interesantes.
Esto me ha permitido actualizarme un poco estos días, investigar otro tanto y lograr una motivación distinta a la hora de escribir. Porque a veces, aunque tengas una enorme lista de ideas de contenidos para redactar, se hace necesario un poquito de “improvisación”.
Así que, allá vamos, te cuento algunas cosas sobre la imprescindible capacidad de observación, su relación con la comunicación y cómo la “explotan” algunas personas.
“Quien lee sabe mucho; pero quién observa sabe todavía más.”
Alejandro Dumas
La observación sigue siendo a día de hoy esencial para estudiar aquellos fenómenos que nos rodean. Me refiero a su uso en el método científico. Además, de ella surgen la mayoría de hipótesis que se plantean al inicio de cualquier estudio.
Es una de las herramientas de evaluación más empleadas en muchas ciencias. Permite el registro de datos, desde la objetividad necesaria para constatar de forma empírica los resultados. Si tomamos como ejemplo la psicología, comprobamos que la observación es fundamental en el estudio del comportamiento humano.
Antes de relacionarnos necesitamos conocernos a nosotras mismas y a nuestro entorno. Es así como se convierte en una habilidad clave de nuestro desarrollo desde que nacemos.
Si yo me observo, me conoceré. Así, las personas que más observan “hacia adentro”, son más capaces de realizar cambios en sí mismas y detectar sus mejoras.
Por ejemplo, alguien que observa en momentos en los que aumenta su ansiedad, será más capaz de detectar la situación que genera esa ansiedad. Del mismo modo podrá anticiparse y poner en marcha los mecanismos necesarios para reducirla. Es una capacidad que ayuda a la adaptación.
Una vez que me conozco puedo entender mejor lo que me rodea. Porque creo una imagen, como un mapa, que me permite moverme y relacionarme mejor. Me facilita mucho la vida y mi adaptación a los distintos contextos.
Observo a los demás para tomar decisiones a la hora de dirigirme a ellos, acercarme, entablar conversaciones, finalizarlas, etc.
Esa información que voy “buscando”, recibiendo y analizando me sirve para:
Cuanto más observo más “acierto” en mis valoraciones y mis hipótesis, pero eso no significa que lo haga siempre, ni mucho menos. Anticipar conductas ajenas solo es posible a través de un profundo conocimiento de la otra persona.
Y aún con eso, como se dice: “no sé qué haría yo en esa situación.”
Decía Carl G. Jung que las personas necesitamos cuatro funciones para comprender la realidad y relacionarnos con el medio: el pensamiento, el sentimiento, la sensación y la intuición. Definía la intuición como “una percepción a través del inconsciente”.
No voy a hacer un análisis profundo de este tipo de personas (ni de la teoría de Jung) pero sí voy a hablar de la forma de observar de quienes son “intuitivos”.
Partimos de que son personas que se fijan en el más mínimo detalle y le dan un valor subjetivo. Estas personas son capaces de escrutar la realidad que les rodea pero de un modo distinto.
Establecen relaciones o ven coincidencias imperceptibles para otros. Y esto les lleva a tomar decisiones que en ocasiones no saben bien cómo explicar. Porque no siempre se basarán en la realidad observable para otros.
Es como si sintieran que las cosas van a ir bien antes de que sucedan. O al revés, te advierten de que algo es mejor que lo evites porque intuyen que no funcionará.
Está claro que no son personas con el don de la adivinación, hablo de otra cosa.
¿Conoces a alguien así? Seguramente sea así, me encantaría que me contases en comentarios.
Qué bueno tener a estas personas cerca, ¿verdad?
Su capacidad de observar es también notable, hasta el punto que son capaces de discriminar gestos en los demás y averiguar sus intenciones o motivaciones.
Se les da bien interpretar el lenguaje corporal, deducen a través de este algunas emociones reflejadas, como pueden ser la tristeza, la preocupación u otras.
Esta habilidad también les ayuda a detectar cambios casi imperceptibles en el rostro de su interlocutor que les pueden dar pistas sobre la veracidad de un discurso.
Con la información extraverbal que reciben, adaptan su comunicación y les permite un acercamiento único a la otra persona. En ocasiones hacen sentir confortados a los demás por este motivo.
La empatía no es solo esto, pero sin esto no sería posible la empatía.
La probabilidad de que seas observador/a es alta si estás leyendo esto. Quienes se preocupan por mejorar su comunicación con las demás personas, muy a menudo lo hacen porque saben que eso les hará progresar. Creen que siendo mejores pueden aportar y mejorar el mundo. Ese deseo de contribuir a que las cosas funcionen, suele ser propio de personas inteligentes. Y las personas inteligentes son observadoras en su mayoría.
Si las siguientes afirmaciones te definen, en mayor o menor medida, puedes confirmar lo anterior:
Así que, ya que eres observadora, ¿qué te parece utilizar tu habilidad para ser más empática?
Otro día te hablaré de empatía y de “flexibilidad” en la comunicación. Dos habilidades que son imprescindibles para una comunicación real y única.